Un lugar para comentar que me hace sentir "leer un buen libro". Un lugar donde recomendar esos libros que tanto me gustaron. Y porque no traerles alguna frase sobre lo que inspiran los libros.

Reseñas, novedades y noticias literarias, relatos, poesía y más...

miércoles, 24 de octubre de 2012

Los juguetes de Katsuo - Episodio XXVI

Hola a todos:

Nuevamente comparto con ustedes otro episodio de mi querida novela, para que sigan disfrutando de esta atrapante historia.



Los juguetes de Katsuo/Por Dolly Gerasol (obra provisoria)
(Todos los derechos reservados - All rights reserved)

Episodio XXVI

"El gran día de la Exposición Internacional de Juguetes llegó. Los empleados del hotel “Ragguardevole”, desde muy temprano en la mañana, comenzaron a armar los stands de cada una de las empresas expositoras. Con ayuda de herramientas electrónicas y mecanizadas de última generación, en tres horas acabarían de preparar todo lo necesario para que los juguetes pudieran ser colocados en estantes, vitrinas y mesas de modernos diseños, y de este modo ser apreciados por los visitantes. Las tareas de decoración y armado de los stands estaban rodeadas de colorido y música. Cuando Agus llegó al salón de fiestas, colindante con el edificio principal del hotel, se maravilló ante tanto despliegue de armazones de metal, luces, cartelería, amoblamiento, personas que iban y venían, subían y bajaban de elevadores y escaleras. Lo que más la sorprendió fue la sonrisa que lucían las caras que cruzaba y los saludos cargados de  entusiasmo. “Me parece que no sólo a los niños y jóvenes nos gustan los juguetes. Quiero verle la cara a papá cuando vea todo esto”, pensó Agus mientras buscaba con la mirada a su padre.
Alguien se acercó por detrás de la joven y la sorprendió diciendo: —Buenos días, señorita Ferrari. Necesito que me acompañe al sector de seguridad.
Agustina giró sobre sus talones y enfrentó a un par de ojos almendrados que la miraban con picardía: — ¡Cuánto formalismo! ¿Desde cuándo me tratas de “señorita Ferrari”? Siempre fuiste un caradura… -comentó Agus con fingida ironía, mientras era escoltada por Pablo Longhini a la oficina de seguridad.
—Desde que eres la novia del gerente de C.E.S. No querrás que enfade a Seagal, ¿o sí? –replicó Pablo, achicando los ojos para evaluar a la joven.
—Mejor comportate conmigo porque yo misma me encargaré de ponerte los puntos –ordenó sonriendo y dándole una palmada en el hombro.
A Lucas no le pasó desapercibido el ambiente cómodo y divertido que compartían Agustina y Pablo. El muchacho era más joven que él y a pesar de parecer desfachatado e irresponsable, cumplía muy bien su trabajo en el hotel, además era inteligente y decidido. Una sensación desconocida lo invadió y dedujo que serían celos lo que sentía en ese instante. Con semblante serio recibió a la sonriente Agustina y su mirada tormentosa la paralizó por unos segundos, no así a Pablo que pasó por alto el tosco recibimiento y continuó su camino sonriendo con satisfacción (intuía que Lucas estaba celoso).
— ¡Buen día! ¿A qué se debe tanta seriedad, señor Seagal? –preguntó Agus en el tono más despreocupado e irónico que pudo expresar.
—Es un día importante y hay mucho trabajo por hacer. Necesito pedirte un favor, por eso mandé llamarte –explicó Lucas en el mismo tono que utilizaba para hablar con los integrantes de su staff.
—Tu mal humor no va a arruinar este maravilloso día, así que… te escucho… -dijo Agus sin apartar sus ojos verdes de su novio y cruzandose de brazos en señal de impaciencia.
—Quiero que filmes el stand de Tanaka, a él y a sus acompañantes. Colocaré un minúsculo dispositivo en tu campera. En cuanto entre en contacto con ella adquirirá el color exacto de la prenda y se confundirá con la tela. Nadie notará lo que estás haciendo –explicó Lucas mientras la tomaba del brazo y la instaba a ocultarse dentro de la cabina de control para que nadie los viera.
Agustina estaba muy ilusionada con la misión que tenía que realizar, por un momento dejó de observar a Lucas y escuchó con atención las explicaciones. Lo dejó hacer y cuando la diminuta cámara estuvo en su sitio, dijo: —Lucas… Cumpliré con mi misión lo mejor que pueda.
—No demores más de lo necesario, no quiero que sospechen que estás trabajando para la seguridad del hotel o como espía empresarial.
Agustina asintió y salió del pequeño recinto. Antes que ella se alejara un metro de la salida, Lucas la tomó por detrás de la cintura y le susurró al oído: —No me gusta el modo en que te mira Pablo Longhini. ¿Crees que deba dejarle bien en claro quién es tu novio?
Las piernas de Agus flaquearon al sentir sus labios y su cálido aliento en el oído. No le gustaba sentirse la posesión de nadie, pero le agradaba que Lucas la quisiera sólo para él.
—No te preocupes, bonito. Pablo ya lo tiene bien claro. Pero si quieres dejarme claro a mí, que eres mi novio, espero las pruebas… –respondió desafiante y seductora.
Lucas ante la provocación, la giró en sus brazos y la besó con urgencia y profundidad. Cuando Agus se libró con torpeza de su abrazo y se perdió entre la gente, Lucas pensó: “No veo la hora que termine todo esto para fundirme en tu cuerpo, preciosa”.
— ¡Seagal! ¡Seagal! Marcos González lo necesita para concretar algunos ajustes del detector de entrada de los juguetes –dijo con urgencia uno de los empleados de Ferrari.
Una vez sumergido en sus tareas, Lucas logró contener y apaciguar sus instintos amorosos. El resto del día apenas tuvo minutos libres para pensar en Agustina o en alguna otra cosa que no fuera la seguridad de las personas que estaban dentro y en los alrededores del salón donde se desarrollaba la Exposición."

¡Gracias por leer y comentar! :-)
Saludos a todos. 
                                                                                                                Dolly Gerasol

miércoles, 10 de octubre de 2012

Los juguetes de Katsuo - Episodio XXV

Hola a todos:

El nuevo episodio de la semana llega con unas horitas de retraso, pero acá está... ¡Qué lo disfruten!



Los juguetes de Katsuo/Por Dolly Gerasol (obra provisoria)
(Todos los derechos reservados - All rights reserved)

Episodio XXV

"Al escuchar voces y ruidos en el pasillo, Geisha quedó oculta entre la ropa de Agustina y quieta permaneció allí hasta que el silencio dominó la habitación. Geisha salió del placard con cuidado de no golpear o mover algo que pudiera despertar a Agustina. Antes de escapar por la ventana, quiso ver de cerca a la joven que disfrutaba, todos los días, de ese recinto que Geisha disfrutó sólo media hora. Cuando estuvo a diez centímetros de la cara de Agustina, rozó suavemente la mejilla cálida y blanda con su fría y dura mano y murmuró: —Quisiera ser como tú…
Cierto aire nostálgico la rodeó y la acompañó cuando saltó por la ventana del primer piso del hotel, perdiéndose en la espesura de la noche sin ser vista.
Geisha recorrió las calles que la separaban del depósito de juguetes con tranquilidad. A pesar de haber demorado más de lo previsto, había logrado su objetivo. Mañana recibiría el elogio de Katsuo por su buen desempeño.
No tenía ganas de charlar con las mujeres robotizadas y tampoco le gustaba interrumpirlas cuando se efectuaban el mantenimiento unas a otras. Geisha sentía que no pertenecía a ese grupo del que siempre recibía miradas despectivas y reprobatorias.
Subió a la terraza para mirar el cielo y esperar allí el amanecer. Cuando se apoyó en la pared que hacía las veces de balcón, tocó algo que emitió un ruido metálico. Enseguida supo qué era: un gancho para escalar. Temiendo que alguien estuviera ascendiendo por él para entrar por sorpresa al galpón, decidió descender por el cable de acero y espantar a la persona que encontrara en el camino. Un hombre fornido, vestido de negro de pies a cabeza, ascendía con energía por la pared. Geisha y él se miraron fijamente y ambos actuaron al mismo tiempo. Sandro descargó un golpe fuerte y seco en la espalda de la niña robot mientras ésta utilizaba una herramienta electrónica que tenía prohibida: la descarga electromagnética. Ambos cayeron al piso, Sandro desmayado y Geisha con su cuerpo abollado. La sorpresa y el temor habían hecho que Geisha agrediera al hombre del único modo que tenía prohibido, por lo tanto tenía que evitar que Katsuo descubriera lo que había hecho. Con la agilidad que la caracterizaba recogió el cuerpo inerte del humano y lo arrastró por la vereda hasta llegar a un edificio abandonado. Allí escondió al guardaespaldas de Agustina Ferrari y luego corrió a ocultarse dentro del galpón. Si tenía suerte nadie encontraría al hombre antes de que Katsuo y sus robots estuvieran en el avión que los llevaría de regreso a la fracción de Japón en la que vivían.

Al amanecer, una sensación extraña y difícil de describir invadió el despertar de Agustina. Estaba acostumbrada a soñar y, a veces, los sueños no le permitían descansar bien, pero esta vez era diferente. Intentó recordar imágenes o sensaciones como lo hacía cada vez que un sueño contenía sucesos o personas que necesitaba recordar o investigar, pero no pudo hallar ningún rastro que le permitiera explicar su malestar. “Mejor será que me de una ducha y tome un desayuno completo para reponer energías”, pensó Agus mientras recogía la ropa que había tirado al suelo antes de acostarse la noche anterior.
Mientras el agua caliente recorría su cuerpo, Agus recordó, como un flash, el roce de algo en su mejilla durante la noche y una voz susurrando en su oído: “Quisiera ser como tú…”. Un escalofrío la invadió luego de esa sensación onírica y a la vez verosímil.
Cuando se secaba el pelo, Agus miró en el espejo su reflejo y vio ojeras debajo de sus ojos. Claramente había tenido una mala noche, aunque ella no lo notara como otras veces. La inquietud y la ansiedad producto de la pronta concreción de su anhelo de la infancia estaban haciendo estragos en su semblante.

La misma noche que fuera negativa para Agustina, generó efectos positivos en un huésped del hotel. Katsuo no durmió, pero ocupó las horas de sueño disfrutando y sonriendo triunfal: el testeo del sensor colocado en la almohada de la hija de Ferrari indicó un funcionamiento óptimo de la central y de las ondas generadas por el juguete que Geisha escondió en el placard de la joven. Su proyecto sería un éxito, tal como él lo había previsto, y esa mañana lucía fresco y renovado.
La alegría de Katsuo aún no estaba empañada, desconocía que Geisha había descubierto a Sandro cuando éste, desoyendo las advertencias de Gregorio y su gente, intentaba robar uno de los juguetes para chequear que no fuera peligroso para las personas que asistirían a la Exposición. Además, Katsuo desconocía que Geisha había utilizado la descarga electromagnética sobre el cerebro de ese hombre, herramienta que las robots tenían prohibido usar.
El ataque de la niña robot hizo que Sandro perdiera temporalmente la memoria y se desorientara debido al terror que lo azolaba mientras duraba el efecto del shock; pero no por esta razón las kokeshi tenían prohibida la aplicación de dicha destreza (a Katsuo no le disgustaba el efecto que provocaba en los seres humanos), sino porque los alemanes habían fabricado un sistema que detectaba su uso si se encontraban en un radio de alcance de trescientos kilómetros. Los directivos de “Baby-Spielzeug” estaban en la misma ciudad que Geisha, por lo tanto irían tras ella no bien descubrieran lo ocurrido al guardaespaldas de Agustina. Los alemanes habían amenazado a Tanaka cinco meses antes: si alguna vez descubrían que una de sus robots atentaba contra la integridad de un ser humano, ellos se encargarían de perseguirlo, capturarlo y dejarían al descubierto sus sucios proyectos y la deshonra que Tanaka significaba para la Asociación Mundial de Jugueteros. Mientras Katsuo desconociera este hecho, su dicha continuaría reflejada en su rostro y Geisha estaría a salvo, pero tendría que encontrar una excusa para que abandonaran Argentina no bien finalizara la Exposición para evitar ser atrapados por los alemanes y evitar la ira de su dueño."

Queridos lectores les aviso que a partir de ahora, por falta de tiempo para dedicar a la creación literaria, los episodios se publicarán cada 15 días. 
Nos reencontraremos el miércoles 24 de octubre.

Saludos a todos.
                                                                                                                 Dolly Gerasol

miércoles, 3 de octubre de 2012

Los juguetes de Katsuo - Episodio XXIV

Hola a todos:

¿Está emocionante la novela? A mí me parece que sí ;-) Hoy los sumergiré en un episodio romántico y especial. ¡Disfruten la lectura!


Los juguetes de Katsuo/Por Dolly Gerasol (obra provisoria)
(Todos los derechos reservados - All rights reserved)

Episodio XXIV

"La reunión se prolongó hasta las once de la noche, razón por la cual Agustina y Lucas, sólo dispusieron de unos minutos para besarse y cruzar algunas palabras.
—Gracias por apoyarme en la reunión. Si no hubieras intervenido, no me hubieran escuchado –comentó Agus mientras se pegaba aún más al cuerpo de su novio para sentir su calor y sus caricias.
Estaban sentados en el sillón del hall de recepción, en el rincón más escondido de las miradas de los huéspedes. De todos modos, a esa hora las personas permanecían en sus habitaciones, solamente los empleados del hotel iban y venían comprobando que todo funcionara a la perfección y estuviera ordenado y limpio.
Mientras con una mano acariciaba su sedoso cabello ondulado, con la otra, Lucas mantenía apretado contra el suyo, el cuerpo de Agustina. Sentirla cerca despertaba en él muchas sensaciones y sólo cuando la tenía entre sus brazos sentía que podía protegerla de todos y de todo.
—Cada día que pasa me sorprendes más y, a medida que te conozco, admiro más tu personalidad. Puedes ser inocente y sagaz a la vez, frágil y fuerte, impulsiva y reflexiva, cariñosa y despectiva… No eres bipolar, no me refiero a eso…
—Ssshhh… -silenció Agustina posando uno de sus delgados dedos sobre los labios de Lucas-. Entiendo lo que quieres decir… puedo ser diablo o ángel según la situación que se me presente –comentó mientras acariciaba la boca de su novio y lo miraba con profundidad a los ojos.
—Puedes volverme loco de amor o de rabia… -susurró él y con rapidez la tomó por la cintura y la sentó sobre su regazo.
—En este momento, ¿qué locura te aqueja? –preguntó Agus con picardía mientras reemplazaba su dedo por sus labios en la boca de Lucas.
Los besos apasionados les quitaron el aliento y cuando el fuego estaba empezando a consumirlos… La presencia de Tanaka ingresando por la puerta principal del hotel los enfrió como baldazo de agua helada. El cacheo de los guardias indicó que el japonés ingresaba al hotel sin ningún artefacto o arma que implicara una amenaza, ni siquiera lo acompañaba alguna de sus mujeres robotizadas. Estaba claro que Katsuo no quería despertar ninguna sospecha sobre su persona. No había ningún ser humano capaz de saber lo que él tramaba, pero la discreción era un buen escudo a la hora de concretar sus planes.
Lucas y Agus, paralizados, apenas respiraban, no querían que Tanaka los viera.
—El muy cretino parece una persona normal cuando quiere. Me gustaría saber qué ronda en la cabeza de ese hombre. Cada vez que lo veo percibo una sensación fría y escalofriante que emana de él –susurró Agus preocupada y pensativa.
—Es un hombre enigmático y sombrío, es verdad, pero aún no hemos podido probar ninguna actividad maligna en la Convención. Me preocupa su pasividad y coincido con tu padre en el chequeo de los juguetes. Voy a preparar todo el material necesario para que mañana requisemos los juguetes de todos los participantes de la Exposición. Será mejor que me vaya ahora, sino no me alcanzará el tiempo. Esta noche no duermo –comentó Lucas poniéndose de pie sin despegarse de Agustina.
—Yo tampoco podré dormir, tal vez podría ir contigo y ayudarte… -sugirió la joven aunque intuía que la respuesta sería negativa.
—De ninguna manera. Mañana disfrutarás de la Exposición que tanta ilusión te hace. Nosotros nos ocuparemos de que todo marche bien. Descansa, así podrás estar bien para recorrer la Expo de arriba abajo –dijo Lucas con una sonrisa mientras recorría con sus labios el cuello tibio y suave de su novia.
—Mmmm… Me gustaría que te quedaras conmigo esta noche…
La sugerencia tomó desprevenido a Lucas, quien comenzó a sentir que el calor sensual que emanaba de Agus se colaba por los poros de su piel y despertaba todos sus sentidos.
—Será mejor que me marche porque si no lo hago en este instante… tu padre me echará a patadas de aquí –comentó mientras separaba sus manos de Agus y se alejaba de ella.
Agustina estaba cansada, el llanto y la discusión con su padre habían menguado sus fuerzas, pero la expectativa por la Exposición y el temor a que algo malo sucediera, la mantenían despabilada. No quería alejarse de Lucas, con él sentía que nadie podría hacerle daño y que todo marcharía con normalidad.
Al ver la angustia en los ojos verdes de ella, Lucas recordó lo sucedido en la habitación de Justino y preguntó: — ¿Por qué llorabas esta tarde?
—Tuve un intercambio de pareceres con mi papá… Ya lo hemos resuelto, no quiero recordarlo… Menos aún me agrada saber que me escuchaste llorar… -dijo Agustina agachando la cabeza avergonzada.
Lucas le tomó la cara entre las manos y la obligó a mirarlo mientras decía en tono dulce y amable: —“Nunca te avergüences de tus lágrimas, pero evita que estas opaquen tu mirada y tus esperanzas, y mucho menos que se conviertan en un hábito.” Esas sabias palabras se las escuché pronunciar a mi querida abuela una mañana mientras sostenía a mi prima entre sus brazos, consolándola.
Agus sumergió su mirada en los grises ojos de su amado Lucas, embriagada de ternura ante sus palabras y contenta por compartir un momento tan íntimo con él. No conocía nada de su vida privada, sólo acerca de su trabajo; saber que tenía una abuela y una prima a las que apreciaba le dio ganas de conocerlas y preguntarles acerca de la infancia y adolescencia de Lucas.
— ¡Gracias! Estoy feliz de haberte conocido. Creía que no quedaban hombres que valgan la pena… Los chicos de mi edad sólo piensan en vivir una vida virtual frente a los juegos de computadora y pantallas en 3D; no atienden a su familia y no comparten momentos como este ni siquiera con sus padres… -concluyó Agustina apenada por recordar lo sola que se sentía antes de conocer a ese hombre que a pesar de su madurez, mantenía su lado adolescente vivo.
—Soy anticuado y aunque cumplo con excelencia mi trabajo, me tildan de sensible y blando, pero no me importa. Agradezco a mis padres y abuelos el modo en que me criaron. Soy parte de una minoría, al igual que mi jovencita de ojos verdes, pero vale la pena si así como soy me quieres a tu lado…
Y sin más palabras de por medio, el idioma de los besos logró completar y confirmar lo que albergaban en sus corazones enamorados. Tomados de la mano ascendieron al primer piso y se despidieron con un cálido y profundo abrazo.

Agustina sin encender la luz de la habitación, se desvistió y se metió bajo las sábanas, respirando aún el perfume de Lucas y sonriendo de alegría se durmió, anhelando soñar con su adorado gerente de C.E.S."

¡Gracias por leerme!
Saludos a todos.
                                                                                                                  Dolly Gerasol