Hola a todos:
Hoy les traigo otro episodio muy interesante... y un reencuentro muy esperado... :)
Los juguetes de Katsuo/Por Dolly Gerasol (obra provisoria)
(Todos los derechos reservados-All rights reserved)
EpisodioVI
"El “Ragguardevole” lucía su mejor gala, la decoración era delicada e
impecable, aún más que de costumbre. Numerosas flores naturales perfumaban y
brindaban colorido a los diversos rincones y mesas. Los invitados eran
recibidos con una amplia variedad de sándwiches, canapés, entremeses y
fiambres, acompañados de copas de vino, jugos exprimidos o champaña. A las
mujeres se les entregaba un pequeño ramo de rosas a modo de bienvenida.
Agustina estaba impresionada por la
vestimenta y el porte de esas personas, todas ostentaban superioridad y
opulencia. Aunque estaba habituada a ese ambiente, le costaría mucho sentirse
cómoda entre ellas.
Cada invitado contaba con un
adminículo colocado en su oído que traducía, mediante un software especial,
hasta veinticuatro idiomas, por lo que todos hablaban pausado para poder
interpretar la mayor cantidad de diálogos. Agustina, sin dejar de sonreír,
saludó a quienes se cruzaron con ella con una leve inclinación de cabeza; no se
animó a emitir palabras, aún no había recibido su traductor y temía no
comprenderlos si le respondían.
Mientras los participantes se
ubicaban en sus asientos, Agus repasaba con la mirada el amplio salón, quedaban
pocas sillas vacías y Fabio no aparecía. Se sentía intranquila, necesitaba
verlo; tenía muchas preguntas para hacerle y él era el único con quien podía
compartir sus investigaciones.
Estaba a punto de retirarse del
lugar para respirar un poco de aire fresco, cuando un escalofrío recorrió su
espalda al ver pasar delante de ella al hombre que visitó el depósito de la
calle Ruggieri, acompañado por uno de sus matones y una de las mujeres
robóticas. Ésta lucía como una auténtica dama un kimono de seda colorido, su largo y brillante cabello negro, junto
al marcado maquillaje en su rostro, capturaron las miradas masculinas. A simple
vista parecía de carne y hueso, si moderaba sus movimientos y se mantenía
tímida, nadie notaría que no era humana. El hombre, en cambio, vestía
formalmente el traje azul, a pesar de su estatura y su delgadez, se movía con
altanería.
Agustina permanecía quieta a un
paso de la salida, pasmada ante la visión de aquella fémina, cuando una mano
fuerte se posó con suavidad en su brazo. A pesar del sobresalto interno que
sufrió, se mantuvo tranquila (no quería, por nada del mundo, llamar la atención
de los recién llegados). Se giró con lentitud y perdió el aliento al toparse
con los deslumbrantes ojos grises de Fabio.
—Hola, Agustina— le susurró con su
voz ronca y masculina, mientras la retiraba con delicadeza del salón; él
tampoco quería que las miradas se posaran en ellos.
Cuando estuvieron fuera de la vista
de los demás, Agus se soltó con brusquedad de su mano y le dirigió una mirada
cargada de enojo. Luego lo increpó, mientras Fabio la observaba sorprendido:
—Me mentiste con respecto a quién eres. Tu nombre no es Fabio Costa, ¿verdad?
Sin perder la calma ni delatar que
ella estaba en lo cierto, respondió: —¿Puedo saber cómo llegaste a esa
conclusión?
—No te importa. No soy la
adolescente incrédula que crees. ¿Por qué me mentiste?
La suspicacia de Agustina superaba
sus expectativas, pero aún así no podía darle la razón.
—No te he mentido. Así me llamo.
Siento desilusionarte con respecto a tu investigación sobre mi persona— Él
sabía que ella habría sacado sus conclusiones al no hallar nada sobre él en
Internet.
—Entonces explícame por qué no hay
ningún dato tuyo en la red. No usas Facebook ni Twitter, nada… Hasta un hombre
de setenta años usa redes sociales. ¿Cómo es posible que alguien de tu edad no
lo haga?— Agus aún desconfiaba de la respuesta de Fabio.
—Me gusta utilizar Internet, pero
lo hago sólo para fines laborales y de conocimiento. Soy un hombre bastante
anti-social. Con las pocas personas de mi entorno me contacto por teléfono o
personalmente, puedo ser bastante anticuado a veces— le dijo con picardía
mientras evaluaba la reacción de su compañera de charla.
—No voy a juzgarte por ello, pero
aún así permíteme el beneficio de la duda. Eres uno en un millón fuera de las
redes sociales. Yo no soy muy sociable y tengo cuentas en Facebook, Twitter y
Youtube— le contestó un tanto ausente. Mientras sopesaba la idea de dejar de
lado la riña por el momento y hablar de temas más urgentes.
Fabio notó su cambio de expresión,
por lo que decidió dejar de lado el tema y tantear las novedades relacionadas
con la Convención; suponía que ella no se había quedado de brazos cruzados con
respecto a lo que vio en el depósito aquella tarde en que se conocieron.
—¿Hiciste caso a la advertencia que
te di antes de irme el otro día?— le preguntó temiendo que ella hubiera sido
tan arriesgada como para volver sin custodia a la calle Ruggieri.
—Sí y no. Cuando supuse que me
habías mentido con tu identidad, pensé que no debía creer en nada de lo que me
dijiste. Volví dos veces al galpón y cuando noté que esas mujeres no eran
humanas… Te creí— dijo posando su verde mirada en la boca de él. No se animó a
mirarlo directamente a los ojos, aunque se dio cuenta tarde que donde sea que
lo mirara todo en ella vibraba; era tan hermoso y varonil que la desorientaba.
—No debiste regresar. Si ellas te
descubrían… Nadie debe conocer lo que se oculta en ese depósito. Yo soy algo
así como un investigador privado. Debo ser cauto cada vez que investigo sobre
ello. No tienes idea de las cualidades y habilidades que ellas poseen…— Fabio estaba
aterrado de sólo pensar en qué le harían a Agus si la hallaban espiando. Los
alemanes para los que su empresa trabajaba, investigaron a Katsuo Tanaka hasta
donde pudieron y le develaron información confidencial. El japonés era muy
astuto y contaba con recursos tecnológicos y electrónicos de alto nivel, era
poderoso y difícil de develar. Fabio temía que le hicieran daño a Agustina,
Katsuo estaría muy cerca de ella y podría sacarla del medio fácilmente. Él no
podía mudarse al hotel ni custodiarla las 24 horas del día ni aunque quisiera,
ella tendría que ser muy precavida.
Al ver que Fabio cavilaba en sus
pensamientos y que no notaba su turbación, Agustina agregó: —¿Eres un
investigador privado? Antes parecías un delincuente y hoy un hombre de
negocios, ¿tengo que creerte?— lo cuestionó desafiante mientras miraba con
disimulo la calidad y estética del traje negro que le marcaba el físico
atlético.
En respuesta al ataque Fabio, en
tono ofendido, dijo: —De verdad tienes que confiar en mí. Si mantengo en reserva
algunas cuestiones es por tu seguridad. Ya te lo dije en otra oportunidad: si no conoces nada, seguirás a salvo.
La mirada sincera y
preocupada de Fabio volvió a remover en ella el sentimiento desconocido que
hacía que confiara en cada advertencia que salía de su boca.
—Está bien. Por el
momento no te pediré explicaciones, pero si quieres que crea en ti deberás
confiar en mí. Apenas te conozco y es difícil para mí estar segura de que eres
una persona de fiar— Agustina necesitaba que Fabio fuera real y que quisiera
protegerla de verdad, sin dobles intenciones. Con él se sentía cómoda y deseaba
formar parte de su vida. No sabía qué la llevaba a ansiar aquello, pero ahora
que lo volvía a tener frente a sí, lo anhelaba con más intensidad.
—Créeme, no podrás
confiar en nadie más y deberás ser muy cuidadosa, incluso hasta cuando pienses,
si ellas están presentes. No quiero que te involucres en nada raro. No vuelvas
al depósito ni intentes espiar o investigar a ningún participante de la
Convención, menos aún al japonés— le indicó en tono serio, casi autoritario.
—No eres mi padre,
no tienes derecho a darme órdenes. Piensas que soy tonta e irresponsable.
¡Maldita la hora en que te conocí! Mejor vuelvo antes de que mi padre note mi
ausencia— respondió con enfado y lo apartó de su camino empujándolo con ambas
manos. La perturbaron su actitud dominante y las inquietantes revelaciones
acerca de los visitantes orientales.
Antes que ella se
alejara más de tres pasos, Fabio reaccionó: la aferró de un brazo, cuidándose de
no presionarla con dureza, la giró y con la mano libre le levantó el mentón,
obligándola a mirarlo a los ojos, luego le advirtió: —Te estaré vigilando, pero
no soy Dios, no puedo estar en todos lados. Tendrás que aprender a cuidarte
sola, jovencita— A Fabio lo enfureció la manera altanera y desafiante con que
ella lo trató. Soltándola con displicencia, se acomodó el traje y entró antes
que ella en el salón, donde ya habían dado comienzo a los discursos de
bienvenida."
Espero que hayan disfrutado de la lectura. ¡GRACIAS POR LEERME!
¿Qué opinan del reencuentro de Fabio y Agus?
Saludos a todos.
Dolly Gerasol