Hola a todos:
Quiero compartir con ustedes un nuevo relato que he escrito y que realmente me gusta mucho.
EL
AVION
En lo alto de
una ladera rodeada por inmensos cipreses estaba la cabaña. En ella vivía, hacía
ya más de treinta años, un ser humano especialmente ermitaño.
Este hombre se
ocultaba de la civilización por propia voluntad (y no era repudiado ni aislado
por ésta). Las experiencias vividas, dramáticas y dolorosas, le ofrecieron ese
lugar como refugio. La pequeña casa construida con sus propias manos era su
santuario. A pesar de las inclemencias del clima que azotaba la región, maderas
y piedras, cuidadosamente incrustadas, resistían.
Esa mañana, el
fuego crepitaba en la modesta chimenea envolviendo a la única silueta en una
cálida atmósfera. A pesar de ello, una sombría soledad impregnaba cada célula
de su cuerpo.
Las tareas
cotidianas que ocupaban su conciencia eran: cortar leña, asear su hogar,
cocinar y resolver cálculos matemáticos de variada complejidad; así se
desarrollaba su apacible existencia.
El letargo
social y el aislamiento obraron milagros en su atormentada mente y poco a poco
fue enterrando los recuerdos del pasado. Su cabaña era su mundo y ni siquiera
observaba el paisaje que lo rodeaba cuando salía a cortar leña o iba al pueblo.
Una vez al mes,
con mucho esfuerzo, interactuaba con algunas personas del poblado más cercano.
Cobraba una pensión y compraba todos los víveres y productos que necesitaba
para cubrir sus necesidades. Al final de la ardua tarea adquiría cuadernos y lápices
en la librería. Era sustancial para él tener dónde y con qué ejercitar los
cálculos matemáticos que ocupaban su capacidad cerebral y lo mantenían
abstraído del mundo.
Una mañana
primaveral, al regresar del pueblo, el ermitaño tuvo que tomar un camino
diferente al habitual. Era una persona muy metódica y no le gustaba alterar sus
costumbres. Su humor se tornó más agrio de lo normal cuando encontró el
estrecho sendero ocupado por una carreta repleta de ovejas. Para colmo de males,
cuatro pastores las ayudaban a descender para pastar en ese sector. No le
gustaba cruzarse con nadie y menos dialogar, al menos que fuera por suprema
necesidad (no era el caso). Cuando se desvió de su ruta preferida, luego de
avanzar varios kilómetros, se topó con un artefacto metálico y de grandes
proporciones. Sus aletargados sentidos tardaron varios minutos en reaccionar a
la sorpresiva visión. Un sudor frío recorrió la columna vertebral del hombre y
temblando como una hoja se acercó hasta sentir bajo la palma de su mano el duro
acero. Entonces no percibió por qué sintió miedo, sólo eran los restos de un
avión, corroídos por el óxido y el tiempo. Tampoco supo por qué la necesidad de
posar su mano allí. Casi sin darse cuenta dejó las bolsas en el pasto y comenzó
a rodear el avión palpando cada centímetro de su estructura. Cualquiera que lo
viera confirmaría sus sospechas de que la locura asolaba al pobre anciano. Debido
al esfuerzo físico de la caminata y a las fuertes sensaciones que lo acosaban
se sentó en una roca a recuperar aliento. Luego de un rato, apresuró el paso
hacia su casa.
Aquel dormido
gigante metálico despertó en el ermitaño tormentosos recuerdos, pedazos de
vivencias que se le presentaron en sueños esa misma noche. Él había sido un
excelso piloto de la armada. La misma guerra que lo colmó de honores por su
destreza y coraje, le quitó: sus seres queridos, sus esperanzas y sueños, lo
convirtió en un ser vacío de sentimientos.
Al amanecer los
nervios del hombre estaban a flor de piel, sus pulsaciones corrían desbocadas y
no podía concentrarse en las matemáticas. Maldiciendo con furia tomó su abrigo
de cuero y con la hombría que lo caracterizó antaño fue a enfrentar al
artefacto. El viento, fresco y húmedo, soplaba con variada intensidad. Los
pulmones del ermitaño se llenaron súbitamente de aquel aire puro de montaña y
llegó sin agitarse al lugar del avión. Volvió a recorrer con sus manos la
carcasa y luego recogió la hélice semi oculta entre los pastizales. Tardó unos
cuantos minutos en desenterrarla. La tomó entre sus huesudos y frágiles dedos y
limpió los restos de tierra adherida. Algo en su interior lo empujaba a colocar
el objeto en el lugar correcto. Cuando al fin logró encastrarlo, lo giró y
cuando lo hizo todo él se convulsionó. Las imágenes del pasado sucedieron sin
descanso, el rompecabezas de sus recuerdos fue encajando sus piezas hasta
hacerse claramente visible. El ermitaño comenzó a llorar con crudeza y
desesperación, lloró por lo que fue, por lo que no pudo ser, por todos los
seres queridos enterrados (tanto en tierra como en su memoria y su corazón),
por añorar a las únicas personas amadas y perdidas; finalmente lloró al no
poder volar por última vez un avión.
Con la última
lágrima asomó una brillante idea. Los días sucesivos los dedicó a
reacondicionar la antigua aeronave. Cuando ésta quedó limpia de barro y hierbas
decidió que había llegado el día. Recogió de su cabaña sus preciados cuadernos
de ejercicios, sus adorados gorro y anteojos de aviador sepultados en un viejo
baúl, un pedazo de pastel de verduras y abandonó su santuario.
Corrió hasta el
avión, ató un extremo de una gruesa cuerda a la parte más firme de la estructura
de acero y el otro a una gran roca al borde del altísimo precipicio. Cuando se
aseguró que estaban firmes en sus sitios empujó la masa de piedra hasta que
quedó oscilando (contaba con unos minutos antes que ésta se desplomara barranca
abajo).
Tranquilo y en
paz, acomodó su sombría soledad en la raída cabina del avión y se dejó llevar…
(Dolly Gerasol 2012 - All rights reserved)
Espero lo hayan disfrutado tanto como yo.
Saludos a todos.
Dolly Gerasol
:( triste pero muy bello relato Dolly,me encanto como narras la vida y los recuerdos del solitario hombre matemático.Gracias por compartir tan lindo relato! TKM :) :* AKIRA KAMAYE AZUMI
ResponderEliminarMe ha gustado mucho!! Es muy fácil meterse en la historia... coincido con el anónimo "triste pero muy bello"
ResponderEliminartriste amiga.. pero como siempre m encantó...
ResponderEliminarOooh, qué interesante, muy lindo, te felicito!!! Cada texto que posteás es mejor que el otro, eso evidencia tu evolución en la escritura.
ResponderEliminarBesos!!!
Muy profundo y fuerte te mueve emociones...
ResponderEliminarTriste pero a veces la vida es así. Felicidades, Dolly. Es muy bonito. Besos.
ResponderEliminarEs triste, pero encaja muy bien. Escribes genial... Un besote.
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